Mia Khalifa: el después de la pornografía
- Vibras
- 28 jun 2020
- 4 Min. de lectura
No todos conocen a Mia Khalifa. Carolina Cosse, por ejemplo, no la conocía cuando retuiteó el tweet en broma donde se la mostraba a ella con lentes y con el copy: “Como no es futbolista ni se dedica a los realities no la verás en ningún medio. Orgullo celeste”. Ese click le costó a Cosse ser el hazmerreir de las redes por un día. Porque no era “Andrea García, estudiante de Tala” en la foto que compartía la exministra, era la reconocida exactriz porno Mia Khalifa. Y ese chiste, que muchos no entendieron pero muchísimos otros sí, demostró que si bien Mía Khalifa hace años abandonó la industria del porno, es precedida por su fama. O como ella la percibe actualmente, su infamia.
Hoy, felizmente casada con un hombre que “no sabía quién era ella cuando se conocieron”, Khalifa intenta rehacer su vida, si bien pública, alejada del mundo triple X y expone con crudeza las secuelas que este le dejó.
“Aquí con mi hora diaria de estado disociativo recordando que millones de personas tienen como única impresión mía el resultado de los tres meses más tóxicos y no característicos de mi persona de mi vida, cuando tenía 21”, reza uno de sus videos en Tiktok donde se muestra haciendo tareas normales con la mirada ida, como viviendo en piloto automático. Con un lenguaje propio de la aplicación tan usada por jóvenes, revela a millones el lado B de su “exitoso” pasado. Ese pasado que hasta hoy es el dueño de su personalidad pública, y que tanto le impide, por ejemplo, conseguir nuevos trabajos en otros rubros.
Aunque la actriz libanesa fue en 2015 la más popular del género para adultos y sus videos se siguen reproduciendo de a millones por día, ella ha afirma que solo obtuvo US$ 12.000 por sus tres meses de actuaciones estelares. Nunca después de eso se le pagó, aunque hay hoy en día una página entera solo con su nombre, que no es de su propiedad. Según recoge la BBC, Khalifa denuncia que: “la industria del porno ve a la jóvenes y vulnerables como presas”. A ella la reclutaron en la calle de Miami. Aceptó pensando que sería su secreto, después de todo hay miles, si no millares, de actrices porno en internet. Jamás imaginó volverse tan masiva.
Hoy en su instagram de 20 millones de seguidores sigue recibiendo insultos o todo tipo de mensajes. Dice solamente prestarle atención a los que potencialmente podrían ser peligrosos. Y tiene un buen motivo: el Estado Islámico la amenazó de muerte luego de que apareciera en una película con el hijab puesto. "Me mandaron capturas de Google Maps con la dirección de mi casa", cuenta. Pero enfatiza: no se ha amigado con su pasado. Haber sido una estrella porno la atormenta hasta hoy.
El caso de Mia Khalifa es icónico para mostrar que la pornografía no es solo problemática por el contenido que produce, sino también lo es su industria, que explota mujeres delante y detrás de cámaras. Tal vez un mundo sin pornografía es utópico, pero uno con una industria repensada y despojada de explotación es algo a lo que se puede aspirar (hoy existe, por ejemplo, la pornografía feminista). Pero eso es tal vez tema para otro posteo, u otro libro, o biblioteca. Mientras tanto, Mia es valiente por usar sus redes y su plataforma para que se le preste atención a esta temática. Hace que hablemos de una vez de esta industria multimillonaria y de lo dañina que puede ser.
Y de más está decir que la conclusión no es que Mia Khalifa obtuvo lo que obtuvo por sus decisiones. Ni tampoco de juzgar la decisión de otras actrices (o actores) porno de hacer lo que hacen, ni a lxs que lo padecen o lxs que puedan estar felices y cómodxs con su decisión. La industria porno -así como la de la prostitución- necesitan de mujeres, sí, pero son industrias de hombres para hombres, en las que las mujeres son el producto y muchas veces no se tiene opción más que entrar. ¿Cuántas mujeres con oportunidades, educación, redes familiares y sociales fuertes y ahorros conocen que hayan optado por estos trabajos como primera opción? Son las que no tienen estas cosas que caen presas de esas ofertas laborales. Juzgarlas jamás. ¿Tuvieron opción y lo eligieron? Tampoco se las juzga.
Pero la historia de Mia Khalifa también advierte que antes de sí tomar esa opción en lugar de otra porque esa parece más fácil, tal vez es mejor recordar que puede tener secuelas psicológicas (y en su caso hasta laborales y relacionales) muy reales. Y ella todavía lucha con eso. Es sobretodo un grito de atención a los consumidores, a toda la sociedad que deja que esas cosas existan y lucren. Nos recuerda que debemos ser más empáticos. Nos recuerda que detrás de cada video hay una persona real.
Curioso (o no tanto): la palabra “disociar”, que ella usa cuando recuerda que millones ven sus videos eróticos para masturbarse, es muy usada para describir el proceso mental que las trabajadoras sexuales utilizan a la hora de trabajar para no sentir nada, para no sufrir. Simbólicamente, se siente prostituida una y otra vez. Explotada y expuesta.

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